Daniel Rabinovich: ¡Ay! ¡Ay, doctor! ¡Me duele todo!
Marcos Mundstock: Como le decía antes, usted está somatizando. A usted se le van a ir todos los dolores el día que pueda elaborar sus conflictos.
Daniel Rabinovich: Sí, para ustedes los psicólogos es fácil elaborar los conflictos... tienen elaboración propia.
Marcos Mundstock: Bueno, yo no digo que sea fácil, pero usted tampoco tiene problemas tan terribles.
Daniel Rabinovich: See...
Marcos Mundstock: Salvo que haya algún recuerdo reprimido, algo que esté ocultando, o que esté negando.
Daniel Rabinovich: Negando,
¿yo? No, no. Lo que pasa es que, aparte de la tesis, tengo muchos
problemas con la música, ¿yo le hice escuchar las cosas que compongo en
mis ratos libres?
Marcos Mundstock: Sí... usted debería tratar de estar siempre ocupado.
Daniel Rabinovich: Lo que pasa es que, soy muy inseguro doctor. A veces odio las cosas que compongo.
Marcos Mundstock: Bueno, eso es lógico.
Daniel Rabinovich: ¿Cómo?
Marcos Mundstock: No, no. digo... a muchos compositores les pasa lo mismo
Daniel Rabinovich: ¿Muchos compositores odian las cosas que componen?
Marcos Mundstock: No, odian lo que usted compone
Daniel Rabinovich: Soy muy exigente conmigo mismo, yo tendría que ser menos perfeccionista...
Marcos Mundstock: ¿Menos todavía?
Daniel Rabinovich: Yo
debería aprender de mi tía Clarita, ella sí que disfruta de la música
sin ninguna exigencia. Se junta con otra anciana como ella, doña Rosarito, y
juntas toman el té, charlan y hacen música sin ninguna exigencia...
Marcos Mundstock: Ahhh...
Carlos Núñez Cortés:
¡Cuánto polvo! ¡Cuánto polvo! Una se mata limpiando y no luce. Dieciocho años
hace que tengo la casa cerrada y sigue entrando polvo, sigue entrando
polvo... Y para el colmo ya está por llegar Rosarito, que se fija en todo.
(Se oye el timbre)
Carlos Núñez Cortés: Esa debe ser Rosarito ¡Adelante, querida, adelante!
Jorge Maronna: Hola Clarita, ¿como estás?, querida.
Carlos Núñez Cortés: Qué bien que se la ve, querida. Pero déjeme que la mire... pero que maravilla, que linda que se la ve, querida.
Jorge Maronna: Los años no pasan por usted, que bien se mantiene muy bien. Esta preciosa, está igualita...
Carlos Núñez Cortés: Querida, qué maravilla, ese trajesito de sastre que se ha traído, y los zapatitos son una maravilla.
Jorge Maronna: Qué lindo le quedan los claritos, ese collar de perlas cultivadas, el cinturón de mostacilla.. ah y las pantuflas de gamuza.
Carlos Núñez Cortés: Se ha afeitado el bigote, querida, le queda muy bien
Jorge Maronna: Gracias, le traje unas masitas caseras...
Carlos Núñez Cortés: Ay, no se hubiera molestado, querida. ¡Cuánto hacia que no venia a hacer musica conmigo!
Jorge Maronna: Es verdad, deberíamos juntarnos a tocar más a menudo. Ay, ¡cambió los muebles de lugar!
Carlos Núñez Cortés: Ah si, ¿cómo se dio cuenta?
Jorge Maronna: Y, allí, donde está el perchero, había otra cosa.
Carlos Núñez Cortés: Ay, tiene razón... ahí estaba el sillón de mi difunto marido, el Arnolfo. Y si, lo saqué.
Jorge Maronna: Sacó el sillón.
Carlos Núñez Cortés: No, saqué al difunto, lo llevé de nuevo a la bóveda. Una no puede vivir aferrada a los recuerdos...
Jorge Maronna: Hace muy bien clarita, hay que seguir viviendo.
Carlos Núñez Cortés: En el verano es mejor que esté en la bóveda, allí está mas fresquito. ¿Se acuerda como le gustaba nuestra música?
Jorge Maronna: Sí...
Carlos Núñez Cortés: Había algo en la música que le fascinaba
Jorge Maronna: Sí, ¿qué sería, no? Porque era sordo como una tapia.
Carlos Núñez Cortés:
Cuando yo tocaba el piano él se quedaba conmigo, horas y horas... se
quedaba quietecito. Con decirle que cuando se murió, nos dimos cuenta tres
días después. En fin, rosarito, ¿qué le parece si tocamos alguna
canción?
Jorge Maronna: ¡Hay que seguir viviendo! A ver, ¿qué pieza eligió para hoy?
Carlos Núñez Cortés: Pasión bucolica
Jorge Maronna: Ah, es divina, pero le falta el acento.
Carlos Núñez Cortés: Ah, pásion bucolica
Maronna y Núñez Cortés:
En estos bellos jardines,
sopla una brisa de vida.
Quiero olvidar para siempre
las ilusiones perdidas.
Jorge Maronna: Ay hablando de perdidas, ¿sabe que se casó la Bety?
Carlos Núñez Cortés: ¿La Bety?
Jorge Maronna: Se casó con el farmacéutico, un solterón que le lleva 35 años... Ah, y le cuento que se casó de blanco.
Carlos Núñez Cortés: ¿La Bety, de blanco?
Jorge Maronna: No, no, el farmacéutico.
Maronna y Núñez Cortés:
El canto de los pajaritos
inflamando nuestros pechos
pio-pio-pio, pi-pio
pio-pio-pio, pi-pio.
Crisantemos y malvones
musgos liquenes y helechos
Carlos Núñez Cortés: Helechos... el lecho, hablando de lechos, nunca me voy a olvidar lo que me dijo el Arnolfo en el lecho de muerte.
Jorge Maronna: ¿Qué le dijo?
Carlos Núñez Cortés: "Vieja, traeme un sanguche de mortadela"
Jorge Maronna: ¿Y cómo, estando tan mal?
Carlos
Núñez Cortés: No, si estaba lo mas bien... No, lo que pasa es que el
Arnolfo a nuestra cama matrimonial le llamaba "El lecho de muerte"...
Decía que era la muerte de sus ilusiones. Si, el arnolfo era así, poco
demostrativo. Pero me quería, eh... me era fiel. Usted, rosarito, ¿nunca pensó
en casarse?
Jorge Maronna: Ay, no, no.
Carlos Núñez Cortés: ¿Nunca estuvo de novia?
Jorge
Maronna: No, tuve mala suerte con mis pretendientes. Una vez un
muchacho, ingeniero, me mandó una cartita citándome en una confitería.
Pero que tonta me equivoqué de hora y cuando llegué el se había ido. La
segunda vez que me citó me fije bien en la hora... y me equivoqué de
día. Pero al fin salimos varías veces... con el mozo de la confitería.
Maronna y Núñez Cortés:
Los querubines beatos,
que por nosotros velaban...
Carlos Núñez Cortés: Velaban. Velaban. Hablando de velar, hoy fui a tres velorios...
Jorge Maronna: ¿Todos conocidos suyos?
Carlos
Núñez Cortés: No, ninguno. No, ¿sabes lo que pasa? Yo me fijo en el
diario, en las necrológicas y voy a todos los velorios que puedo. Sí, entro, les doy el pésame, me tomo un anís, lloro un poquito. Bueno, no
es lo mismo que si fueran parientes... Pero yo la paso bien igual. El
Arnolfo nunca me quiso acompañar, no le gustaban los velorios. Tenia
cada manía... él era así, poco demostrativo, pero me quería, eh... me era fiel.
Jorge
Maronna: Ahora que dice manía. Un pretendiente que tuve era sargento
del ejército y tenia la manía de la disciplina. Una vez llegué tarde a
una cita y me tuvo media hora haciendo salto de rana y cuerpo a tierra.
Maronna y Núñez Cortés:
Se oye el canto del arrollo
en la orilla humedecida
glu-glu-glu, glu-glu-glu
glu-glu-glu, glu-glu-glu.
Confesaste tu pasión,
me ofreciste nueva vida.
Carlos
Núñez Cortés: Nueva vida. Año nuevo, vida nueva. La verdad es que tengo
tantos lindos recuerdos del Arnolfo... Me acuerdo de una vez que casi
se muere. Los médicos no se ponían de acuerdo.
Jorge Maronna: ¡Como siempre!
Carlos Núñez Cortés: Uno decía que era el hígado, otro que el corazón, otro que los riñones.
Jorge Maronna: Sí. Si, los médicos siempre discutiendo por menudencias.
Carlos Núñez Cortés: Lo tuvieron que operar de urgencia, de una peritonitis aguda. Estuvo muy grave.
Jorge Maronna: Pero, ¿era grave o aguda?
Carlos Núñez Cortés: Me acuerdo cuando salió el cirujano y me dice "señora, lo perdimos en la operación"
Jorge Maronna: ¡Ay, Clarita, qué momento!
Carlos
Núñez Cortés: Por suerte lo encontraron en seguida, se había escapado
del quirófano, ¿sabe como hicieron para encontrarlo?
Jorge Maronna: No...
Carlos Núñez Cortés: Fueron siguiendo la sonda. Se había escondido en la sala de enfermeras...
Jorge Maronna: ¡Que pícaro!
Carlos
Núñez Cortés: Tenia cada manía el Arnolfo... él era así, poco
demostrativo... era medio imbécil. Pero me quería, eh... me era fiel. Al final
lo agarraron entre varios y lo operaron. Ay cuando salió el medico y me
dice "Señora, su marido estuvo a punto de morir". Yo le dije: no se
preocupe, doctor, otra vez será.
Jorge Maronna: Ay, hablando de doctores, había un muchacho que era veterinario, que también estaba interesado en mi.
Carlos Núñez Cortés: ¿Un veterinario?
Jorge Maronna: Sí.
Carlos
Núñez Cortés: Tendría un interés científico. Ay, eso me hace acordar al
día en que me lo trajeron al Arnolfo. Se había caído del caballo. Yo, con el
apuro, me equivoqué y lo llevé a una clínica para la caída del cabello,
el pobre se había fracturado el cráneo.
Jorge Maronna: Ay, ¿y qué le hicieron?
Carlos Núñez Cortés: Un masaje capilar.
Jorge Maronna: Ay, ahora que dice cráneo me hizo acordar... me tiene que dar la receta para el flan de coco.
Carlos Núñez Cortés: Pero sí, querida, ¿para qué lo quiere?
Jorge Maronna: Lo quiero hacer esta noche, invité a cenar a Gutiérrez, el pedicuro. ¡Hay que seguir viviendo!
Maronna y Núñez Cortés:
Me declaraste tu afecto,
pero luego me olvidaste...
Carlos
Núñez Cortés: Nunca me voy a olvidar la anoche aquella cuando me lo
trajeron al Arnolfo... Estaba a la miseria, el pobre santo. Le pregunté al
doctor: ¿Será alguna comida que le cayó mal? y va y me dice: No,
señora, una cornisa que le cayó justo.
Jorge Maronna: ¿Cómo será
gutierrez en privado? Como pedicuro es muy galante, siempre me dice
"Rosarito, a sus pies. La llevo en mi corazón como una uña encarnada".
Carlos
Núñez Cortés: "La autorización, me tiene que firmar la autorización",
me dijo el doctor. Yo miré el papel y le dije: ¿Pero qué tiene que ver
mi pobre Arnolfo con una autopista, eh? ¿Qué tiene que ver?
Jorge Maronna: Lo que me gusta del pedicuro es que soltero, sin hijos, sin compromisos.
Carlos
Núñez Cortés: "No, señora", me dijo el doctor, "autopista no,
autopsia". Y yo le dije: "Y bueno, hágala, total, mal no le puede hacer".
Jorge
Maronna: No quiero saber nada con divorciados, viudos y mucho menos
casados. Ya tuve una aventura con uno, y estuvo muy bien... Fueron años
de encuentros apasionados. Pero ahora nunca más, ¡Arnolfo hubo uno solo!
Carlos Núñez Cortés: ¿Cómo dijo, Rosarito?
Jorge Maronna: No, digo que... ¡Hay que seguir viviendo!
Carlos Núñez Cortés: Es como usted dice, Rosarito, "¡Hay que seguir viviendo!"
Jorge Maronna: Es como usted dice que yo digo, "¡Hay que seguir viviendo!
Maronna y Núñez Cortés:
Viva la vida, viva el amor
y la pasión juvenil.
Transcripción realizada por: Laura Marcenaro
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