Marcos Mundstock:
Cuando le propusieron a Johann Sebastian Mastropiero que compusiera la música de una opereta sobre la huida de los aristócratas rusos en la revolución de 1917, Johann Sebastian pidió consejo a su venerado maestro, el profesor Wolfgang Gangwolf. Éste le dijo: Muchacho, se han compuesto hermosas partituras para operetas; aún en un género menor como la opereta, se puede notar la calidad de un compositor, te aconsejo que rechaces el ofrecimiento. Más aún, no debes aceptar si es que todavía te queda un poco de amor propio. Si es así, respondió Mastropiero, puedo aceptar perfectamente. Por otra parte, el padre de Mastropiero, que se oponía a la carrera artística de Johann Sebastian, por la misma época le envió una carta en la que le decía: Hijo mío, te pido que abandones la música. Es posible que sean mis prejuicios los que me impiden ver, pero por desgracia no me impiden oír. En este punto Johann Sebastian se vio obligado a optar entre su familia y la música y eligió la música, para desgracia de ambas. Terminó de componer la opereta y para evitar más conflictos con su familia se dispuso a firmarla con un seudónimo: Johann Severo Mastropiano. Enterado el padre, le mandó otra carta en la que le decía: Hijo mío, si usas ese seudónimo todos sabrán, no sólo que soy el padre del compositor, sino también que soy el padre de un imbécil. Johann Sebastian reconoció que esta vez su padre tenía razón y se cambió el seudónimo: firmó la opereta como Klaus Müller. Esto solucionó por fin el problema con su familia, pero le acarreó demandas penales de treinta y siete familias de apellido Müller. A continuación escucharemos el cuadro primero del segundo acto de la opereta de Johann Sebastian Mastropiero titulada: “El Zar y un puñado de Aristócratas Rusos Huyen de la Persecución de los Revolucionarios en un Precario Trineo, Desafiando el Viento, la Nieve y el Acecho de los Lobos”. Resumen del argumento: Adiós, mi Estepa.
Marcos Mundstock:
Ay, ay, ay, Rusia Imperial
Ay, ay, ay, Rusia Imperial
Coro: ¡No! ¡Ya no hay! No hay, no hay, no hay…
Daniel Rabinovich: ¡Ay, ay, ay!
Coro: ...no hay Rusia Imperial, no... hay…
Daniel Rabinovich: ¡Rusia!
Coro: ¡Shhhhh!
Daniel Rabinovich: ¡Imperial!
Coro: ¡¡¡Basta!!!
Daniel Rabinovich: Está bien…
Marcos Mundstock: No aceptaremos a los rojos ni su plan…
Coro: …proletario.
Marcos Mundstock: Son insolentes, y lo peor es que son tan…
Coro: …ordinarios.
Daniel Rabinovich: Ay que cruel, malvado espécimen…
Coro: …soviético,
Ernesto Acher: …que ha cambiado nuestro régimen…
Coro: …dietético.
Marcos Mundstock: Con esos métodos, apátridas y anárquicos…
Coro: …que ostentan,
Marcos Mundstock: …si nos descubren los antimonárquicos…
Coro: … ¡nos revientan!
Marcos Mundstock: Adiós, mi Estepa.
Ernesto Acher: Adiós, adiós.
(Todos se despiden de la Estepa mirando hacia ella, excepto Ernesto que mira en dirección contraria hasta que Marcos le corrige señalando en la dirección correcta)
Marcos Mundstock: No, no, no, no, la Estepa.
Marcos Mundstock: Estepa, vino el comunismo.
Daniel Rabinovich: Estepa-ís ya no es lo mismo.
Ernesto Acher: Ay, que frío que hace…
Daniel Rabinovich: Cuando yo era pequeño, en esta región el frío era mucho peor.
Ernesto Acher: ¿Estará cambiando el clima?
Daniel Rabinovich: No, yo tenía los pantalones cortos.
Marcos Mundstock: ¡En dos semanas que llevamos huyendo de los bolcheviques no ha dejado de nevar, el viento helado sopla a cien millas por hora y la temperatura es de cuarenta grados bajo cero!
Jorge Maronna: ¡Sí, sí, y no sabe lo que es esto en invierno!
(Mientras se oye la música Daniel hace el gesto de arrear a los animales que tiran del trineo mientras a la vez se oye el sonido del látigo realizado por Carlos López Puccio hasta que se descompasan y Daniel mira hacia atrás extrañado)
Daniel Rabinovich: ¡Soooooooooo!
(Daniel frena el tiro de repente provocando que se le vengan encima el resto de los componentes)
Daniel Rabinovich: ¡Oro, Zaíno, Alazán! ¡Micifuz!
(Daniel se baja del trineo y ayuda a bajar a los demás)
Daniel Rabinovich: Cuidado el trineo, duque Topolev, cuidado la nieve, marqués Pipiushin, cuidado la hernia, conde Menkov.
(Se separan todos del trineo acercándose a una luz roja sobre el escenario que representa una hoguera y se queda sólo en él Marcos, que hace gestos para llamar la atención de Daniel)
Marcos Mundstock: Este… eh…
Daniel Rabinovich: ¡Huy, el Zar! Cuidado la alteza, su altura…
(Cuando se acercan a la hoguera se oye el aullido de los lobos)
Daniel Rabinovich: ¡Lobos! Estamos llegando a Lobos. ¡Qué frío! Un frío terrible, hace…
Carlos López Puccio: Y con el hambre que tenemos… Hace dos semanas que sólo comemos pan duro y raíces.
Jorge Maronna: Con eso engañamos al estómago…
Ernesto Acher: Mi estómago ya está empezando a sospechar…
(De repente se oye la música de la Mandocleta y se oye a Carlos Núñez cantar a lo lejos; poco a poco se va acercando y acaba entrando en escena)
Carlos Núñez Cortés: ¡Ay, que frío! Brrrrrrrr… ¡Ay, que frío! Brrrrrrr… ¡Ay que frí…!
Carlos Núñez Cortés: Permitidme una palabra, ¡oh, nobles señores!
Ernesto Acher: (Disimulemos, nadie debe saber que somos nobles). Te equivocas, somos simples campesinos.
Carlos Núñez Cortés: Sin embargo vuestros ropajes no parecen ser de simples campesinos.
Ernesto Acher: Es que tenemos un casamiento.
Carlos López Puccio: ¡Yo soy la novia!
Daniel Rabinovich: Yo soy los padrinos, él es la torta… Bueno, tienes razón pobre… pobre pobre. No somos campesinos.
Carlos Núñez Cortés: Ah, ¿no?
Daniel Rabinovich: Somos bailarines del Teatro Bolshoi.
(Al oír esto se ponen todos a hacer posturas de ballet bajo la atenta mirada de Carlos Núñez, que no se cree nada)
Daniel Rabinovich: Estamos de gira.
Carlos Núñez Cortés: ¿De gira por aquí?
Daniel Rabinovich: Sí, señor.
Carlos Núñez Cortés: ¡Pero si aquí sólo hay lobos!
Daniel Rabinovich: Y viera como les gusta el ballet…
Carlos Núñez Cortés: Perdón, pero ¿no han visto por casualidad al Zar Nicolás por esta zona?
Daniel Rabinovich: No, No. No vimos zares por acá, no.
Carlos Núñez Cortés: La verdad es que yo soy su correo secreto, y lo estoy buscando porque tengo que entregarle el cofre con las joyas de la corona.
Carlos López Puccio: ¡Yo soy el Zar!
Daniel Rabinovich: ¡No, no, no! ¡Yo soy el Zar!
Carlos Núñez Cortés: ¡Así los quería agarrar! En realidad soy comisario del pueblo y traigo orden de detener al Zar y entregarlo para que lo fusilen.
(Al oír esto todos levantan la mano lentamente señalando a Marcos Mundstock, que se había quedado aparte)
Carlos Núñez Cortés: Disculpe, su alteza. Era una estratagema para dar con usted.
(Al oírlo Marcos se da la vuelta y se burla de sus súbditos)
Carlos Núñez Cortés: ¡En efecto, soy su correo secreto!
(Carlos comienza a tocar la Mandocleta)
Carlos Núñez Cortés:
Soy el correo secreto del Zar
Voy desafiando la nieve y los rigores
Llevo las noticias a duras penas
Algunas noticias son malas
Y otras son peores.
Marcos Mundstock: Mijail, ¿qué noticias traes?
Carlos Núñez Cortés: Me temo que no muy buenas, su majestad:
Carlos Núñez Cortés:
El ministro de guerra, mariscal Plotkin,
Sigue escondido en el sauna del casino de oficiales…
Marcos Mundstock: ¿Y qué manda decir?
Carlos Núñez Cortés: ¡Que adelgazó una barbaridad!
Carlos Núñez Cortés:
Los sirvientes abandonan masivamente los palacios
Y dejan unos carteles que dicen…
Marcos Mundstock: ¿Qué dicen?
Carlos Núñez Cortés: “Atendido por su propietario”.
Carlos Núñez Cortés:
Su favorita de usted, la duquesa Irina,
Desde que usted partió está desesperada y ansiosa…
Marcos Mundstock: ¿Quién te lo dijo?
Carlos Núñez Cortés: ¡El mariscal Plotkin, dos capitanes y seis tenientes!
Carlos Núñez Cortés: Este es el parte del frente sur.
Marcos Mundstock: Y tú le entregarás este mensaje al mariscal Plotkin.
Carlos Núñez Cortés: ¡Soy el correo secreto del Zar!
Daniel Rabinovich: ¡Papenko, papenko, niet corrovsky!
Jorge Maronna: ¿Qué?
Daniel Rabinovich: ¡Papíto, no corras!
(Todos se sientan alrededor de la hoguera mientras Marcos en pie lee el mensaje que le ha traído el correo)
Marcos Mundstock: Szonia nieskaya schyudne… u… uuu… uaua…sch…chch…tch… ¡Ah, no!
(En ese momento se da cuenta de que no estaba leyendo en ruso, sino que tenía el papel al revés. Le da la vuelta y comienza a leer)
Marcos Mundstock: “Situación de las tropas desastrosa en todos los frentes…” ¡Maldición!, estos bolcheviques…
Ernesto Acher: Ah, sí, estos bolcheviques y esas ideas estrambóticas que se traen.
Daniel Rabinovich: Dicen que la tierra debe ser para el que la trabaja.
Ernesto Acher: Yo les daría toda la tierra que quieran pero, ¿en qué se la van a llevar?
Daniel Rabinovich: ¡Ah, no! Que las macetas se las traigan ellos.
(Suena de fondo un piano)
Coro:
Ya la ley lo dice, muy en claro queda
Marcos Mundstock: La tierra debe ser...
Coro: para el que la hereda
Los palacios que nos arrebatan
Eran tan grandes, tan imponentes
Que no nos alcanzaban los sirvientes
Y hoy si nos alcanzan nos matan
Marcos Mundstock: ¿Hay algo más triste, más desdichado, que ser perseguido?
Coro: ¡Sí, ser alcanzado!
Marcos Mundstock: Eh, bien, aquí pasaremos la noche. Barón Nikita, hágase cargo de las guardias.
Daniel Rabinovich: Su alteza, no sé como decírselo. Yo estoy sólo, y hay varios turnos para cubrir…
Marcos Mundstock: Concedido, todos para usted.
Daniel Rabinovich: ¡Pladorovnie, samasvaniet, nia poñimae y su abuela!
(De nuevo se oye la música de la Mandocleta y Carlos Núñez aparece cantando)
Carlos Núñez Cortés: ¡Correos! ¡Correos! ¡¡¡Correos, que no llevo frenos!!!
(Por fin consigue parar y Marcos se acerca a él)
Marcos Mundstock: Mijail, ¿entregaste el mensaje?
Carlos Núñez Cortés: Sí, se lo entregué al mariscal Plotkin, el mariscal Plotkin se lo entregó a su favorita de usted, la duquesa Irina, y la duquesa Irina se entregó… a la guardia de Palacio…
Marcos Mundstock: ¡Desdichada!
Carlos Núñez Cortés: ¡Se la veía contenta! Y hay más: Sus tropas han sido derrotadas, ya todo ha terminado…
(Marcos se desespera y Daniel le intenta consolar)
Daniel Rabinovich: ¡Papenko, niet calentovich!
Carlos López Puccio: Entonces, ¿ya no seremos más nobles?
Marcos Mundstock: No.
Daniel Rabinovich: ¿Ya no seré más Barón?
Carlos López Puccio: Sí…
Marcos Mundstock: Eso depende de ti, hijo mío. ¡Adiós, mis nobles!
Daniel Rabinovich: ¿Adónde va?
Marcos Mundstock: A la estepa más próxima.
Carlos López Puccio: ¿Y los lobos?
Marcos Mundstock: Ese será mi fin. Yo saciaré el hambre de los lobos.
Carlos Núñez Cortés: ¿Lleva galletitas?
Jorge Maronna: ¡No, no, majestad! ¡No vaya al “lobocausto”!
Carlos López Puccio: ¡Le van a hacer la “lobotomía”!
(Marcos teatralmente abandona la escena)
Daniel Rabinovich: Y ahora, ¿qué haremos? ¿Morir heroicamente, como nuestro amado Zar o adherirnos a esa sucia revolución?
Todos: ¡Adherirnos a esa sucia revolución!
Coro:
Unámonos a la masa
Y apoyemos la revolución
Mejor ser proletarios en casa
Que aristócratas en prisión.
(Marcos entra en escena de nuevo)
Marcos Mundstock: ¡Aaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh! ¡Esto era lo único que me faltaba!
Daniel Rabinovich: ¿Qué le pasó?
Marcos Mundstock: ¡Los lobos!
Daniel Rabinovich: ¿Lo atacaron?
Marcos Mundstock: No, ¡¡¡me orinaron!!!
Todos:
Seremos comunistas desde esta fecha
¡Vivan los izquierdistas de derechas!
Fuente: Los Luthiers de la Web
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