(Carlos Núñez está solo en el escenario, detrás del piano. Comienza a lanzar miradas a ambos lados, muy serio, y al poco tiempo comienza a mover rítmicamente su mano derecha, lo que hace que se le mueva el cuerpo entero, todo ello acompañado de caras muy expresivas y miradas vigilantes a un lado y a otro del escenario, como para asegurarse de que está él solo. Digamos, por expresarnos más claramente, que da la impresión de que está entregado al más puro onanismo escondido tras el piano, lo que suscita la carcajada del público, aunque la carcajada es mucho mayor cuando de repente se incorpora y se ve que lo que producía ese movimiento tan rítmico no era otra cosa que su mano derecha limpiando el polvo del piano con un plumero. Una vez descubierto el misterio, Carlos comienza a hablar con voz de abuela septuagenaria sin parar de moverse por el escenario limpiando el polvo a todo lo que encuentra, incluyendo sus partes pudendas mientras salta por encima del Cellato)
Carlos Núñez Cortés: ¡Cuánto polvo, cuánto polvo! Una se mata limpiando y no luce… dieciocho años que tengo todas las ventanas cerradas y sigue entrando polvo, sigue entrando polvo… y para colmo ya está por llegar Rosarito, que se fija en todo.
(Se oyen unos golpes fuera del escenario)
Carlos Núñez Cortés: Esa debe ser Rosarito. ¡Ya va! Adelante, querida, adelante…
(Aparece en el escenario Jorge Maronna, con una bandeja de pastelitos en la mano, andando renqueante y hablando también como una anciana)
Jorge Maronna: ¡Hola, Clarita! ¿Cómo está?
Carlos Núñez Cortés: ¿Cómo le va, querida? ¡Pero que bien que se la ve, déjeme que la mire porque…
Jorge Maronna: ¿Cómo está?
(Los dos se funden en un abrazo sin parar de hablar)
Jorge Maronna: ¡Qué divina, se cambió el peinado, qué bonito! ¡Ay, ese collar de perlas cultivadas es una belleza…
Carlos Núñez Cortés: …pero que linda que está, querida, que bonita… qué lindos los zapatitos que tiene, querida… se ha dejado la barba, querida…
Jorge Maronna: …y le traje unas colaciones.
Carlos Núñez Cortés: Querida, no se hubiera molestado, querida.
Jorge Maronna: ¡Ay, cambió los muebles de lugar!
Carlos Núñez Cortés: Ah, sí. ¿Cómo se dio cuenta?
Jorge Maronna: Y… acá, donde está el piano había otra cosa…
Carlos Núñez Cortés: ¡Ay, tiene razón! Ahí estaba el pobre difunto Arnolfo.
Jorge Maronna: Ah, claro, sí, sí, sí.
Carlos Núñez Cortés: Y sí, lo saqué. Una no puede vivir aferrada a los recuerdos.
Jorge Maronna: Hace muy bien, Clarita, hay que seguir viviendo.
Carlos Núñez Cortés: Sí, querida. Todos los veranos lo vuelvo a poner en la bóveda, je, je. Allí está más fresquito.
Jorge Maronna: Claro, seguro, sí, sí.
Carlos Núñez Cortés: ¿Se acuerda cómo le gustaba la música?
Jorge Maronna: Sí…
Carlos Núñez Cortés: ¿Cómo la escuchaba?
Jorge Maronna: Sí, quietito…
Carlos Núñez Cortés: ¿Qué le parece si tocamos alguna canción, eh?
Jorge Maronna: Ay, sí, claro, a ver cuál tiene para hoy, Clarita.
Carlos Núñez Cortés: A ver esta, divina, esta es divina… A ver esta, ¿la sabe?
Jorge Maronna: A ver, esta… sí.
Carlos Núñez Cortés: Ah, qué suerte, que la sabe…
Jorge Maronna: No la sé.
(Carlos se da la vuelta sorprendido)
Carlos Núñez Cortés: ¿Cómo, no dijo “esta sí?
Jorge Maronna: ¡No, no, no, no! Estaba leyendo el título: “Esta-sí de amor”. No la sé. ¿Y ésta otra? “Pasión Bu-co-lí-ca”.
Carlos Núñez Cortés: Sí, esa es divina, pero está mal acentuada.
Jorge Maronna: Ah, “Pásion Bucolíca”.
Carlos Núñez Cortés: Eso, sí. Mejor toquemos esa, sí. Un, dos, un, dos…
(Comienzan a tocar y a cantar la canción)
En estos bellos jardines sopla una brisa de vida
Quiero olvidar para siempre las ilusiones perdidas…
(Al oír la palabra “perdidas” Jorge recuerda algo y para de tocar y cantar)
Jorge Maronna: ¡Ay, hablando de perdidas! ¿Sabe que se casó la Betty?
Carlos Núñez Cortés: ¿La Betty?
Jorge Maronna: Sí…
Carlos Núñez Cortés: ¡Ay, pobre!
Jorge Maronna: ¿Pobre? Pobre el marido… Ah, y le cuento que se casó de blanco.
Carlos Núñez Cortés: ¡Hay que ser descarada!
Jorge Maronna: ¡Ah, no, no! El marido se casó de blanco…
(Vuelve a sonar la música y siguen cantando)
El canto de los pajarillos inflamando nuestros pechos
Pío, pío, pío, pí-pío, pío, pío, pío, pí-pío,
Crisantemos y malvones, musgos, líquenes y helechos…
(Al oír “helechos” es Carlos el que se detiene y recuerda algo)
Carlos Núñez Cortés: Helechos… El-lecho… nunca me voy a olvidar lo que me dijo el Arnolfo en el lecho de muerte.
Jorge Maronna: Ay, ¿qué le dijo?
Carlos Núñez Cortés: “Vieja, traéme un sandwiche de mortadela…”
Jorge Maronna: ¿Y cómo, estando tan mal?
Carlos Núñez Cortés: No, si estaba perfectamente…
Jorge Maronna: ¿No dijo “lecho de muerte”?
Carlos Núñez Cortés: Ah, sí, murió en ese lecho… pero muchos años después…
Jorge Maronna: ¡Ah!
Carlos Núñez Cortés: Lo que pasa es que el Arnolfo, a nuestra cama matrimonial le llamaba “El Lecho de Muerte”.
Jorge Maronna: Ah, por eso… ¿Y por qué?
Carlos Núñez Cortés: Porque decía que era la muerte de sus ilusiones.
(Vuelven a cantar de nuevo)
Los querubines beatos que por nosotros velaban…
(Jorge interrumpe otra vez la canción)
Jorge Maronna: ¡Ay, velar, ay! Me olvidé de ponerle la vela a San Pantaleón, y es para la salud…
Carlos Núñez Cortés: Rosarito, Rosarito, en lugar de tantos santos, usted debería tener un médico, querida.
Jorge Maronna: Ah, no. ¿Para qué, si con los santos me arreglo? Estoy sanísima…
Carlos Núñez Cortés: ¿Seguro?
Jorge Maronna: Seguro. Lo único… el juanete, pero eso me lo arregla el pedícuro. Hace cuarenta y siete años que voy donde el mismo pedícuro.
Carlos Núñez Cortés: Aunque sea debería tener un ginecólogo.
Jorge Maronna: Todavía no necesito…
Carlos Núñez Cortés: Al menos debería hacerse un papanicolau.
Jorge Maronna: ¿Es algo del Vaticano?
Carlos Núñez Cortés: Pero no, Rosarito, el papanicolau es para enfermedades de señoras.
Jorge Maronna: Ah, entonces será “mamanicolau”.
(Hecha la aclaración vuelven a tocar la música y a cantar)
Se oye el canto del arroyo en la orilla humedecida
Glu, glu, glu, glu, glu, glu, Glu, glu, glu, glu, glu, glu…
Confesaste tu pasión, me ofreciste nueva vida…
(Vuelve a interrumpir Carlos)
Carlos Núñez Cortés: Nueva vida, nueva vida… “Año nuevo, vida nueva”, siempre lo decía el difunto.
Jorge Maronna: Ay, qué alegre…
Carlos Núñez Cortés: Sí, era muy alegre. Me acuerdo casualmente aquella vez para año nuevo…
Jorge Maronna: ¿Qué pasó?
Carlos Núñez Cortés: ¡Cómo se descompuso el Arnolfo! Me dejó la sala hecha un asco. Los médicos no se ponían de acuerdo…
Jorge Maronna: Ah, como siempre…
Carlos Núñez Cortés: Uno decía que era el hígado, otro que el corazón, otro que los riñones, qué sé yo…
Jorge Maronna: Ah, sí, sí, sí, sí. Los médicos siempre discutiendo por menudencias.
Carlos Núñez Cortés: ¿Sabe lo que me dijo uno?
Jorge Maronna: No.
Carlos Núñez Cortés: Que era un problema que venía arrastrando de hacía mucho.
Jorge Maronna: ¿Una pierna?
Carlos Núñez Cortés: No, una hernia, lo tuvieron que operar de urgencia.
Jorge Maronna: Ay, no me diga…
Carlos Núñez Cortés: Ay, cuando salió el cirujano y me dice: “Señora, lo perdimos en la operación”.
Jorge Maronna: Ay, Clarita, qué momento…
Carlos Núñez Cortés: Por suerte lo encontraron enseguida.
Jorge Maronna: ¿Eh?
Carlos Núñez Cortés: Se había escapado del quirófano.
Jorge Maronna: ¡Ah!
Carlos Núñez Cortés: ¿Sabe cómo hicieron para encontrarlo?
Jorge Maronna: No…
Carlos Núñez Cortés: e, je, je, je. Fueron siguiendo la sonda... Estaba ahí tirado en un pasillo, una cosa horrorosa…
Jorge Maronna: ¡Ay, Clarita, me acordé! Me tiene que dar la receta de la natilla.
Carlos Núñez Cortés: Pero sí, querida, si es una bobada. ¿Para qué la quiere?
Jorge Maronna: Y… la quiero hacer esta noche.
Carlos Núñez Cortés: ¿Esta noche? ¿Por qué?
Jorge Maronna: Es que… viene a cenar el pedícuro…
Me declaraste tu afecto pero luego me olvidaste…
(Carlos vuelve a interrumpir la canción, aunque ahora habla mientras sigue tocando la melodía)
Carlos Núñez Cortés: Nunca me voy a olvidar aquella noche, cuando me lo trajeron al Arnolfo. Estaba en la miseria, pobre santo. Le pregunté al doctor: “¿Será alguna comida, que le cayó mal?” Y va y me dice:”No, señora. Una cornisa, que le cayó justo”. No se movía, no hablaba.
(Carlos sigue tocando y ahora le toca a Jorge, que sigue pensando en sus cosas)
Jorge Maronna: Hablar, hablar… ¿De qué hablaremos con el pedicurista? Sí, hablar y nada más, ¿eh? Él no puede esperar otra cosa, jamás lo he autorizado.
Carlos Núñez Cortés: “La autorización, me tiene que firmar la autorización”, me dijo el doctor. Yo miré el papel y le dije: “¿Pero qué tiene que ver mi pobre Arnolfo con una autopista, eh? ¿Qué tiene que ver?
Jorge Maronna: Ay, tiene que ver hoy en día las cosas que pasan. Una mujer sola tiene que saber decir que no.
Carlos Núñez Cortés: “No, señora”, me dijo el doctor. “Autopista no, autopsia”. Y yo le dije: “Y bueno, hágala. Total, mal no le puede hacer…”
Jorge Maronna: Él no puede hacer nada si yo no se lo permito. Empezaremos conversando y… bueno, ya veremos cómo sigue…
Carlos Núñez Cortés: “Sigue estacionario”, me dijeron en la autopsia. “Tranquila, señora, me decían. Tranquila…”
Jorge Maronna: Tranquilas las manos, ¿eh? Porque si no me pongo a gritar…
Carlos Núñez Cortés: A los gritos salió la enfermera, salió con el Arnolfo en brazos, me lo muestra y me dice: “¡La felicito, señora. Es un varón!”
Jorge Maronna: Ah, sí, sí, él es un varón, pero yo soy una mujer decente, y tengo una forma de vivir…
Carlos Núñez Cortés: Y hay que seguir viviendo, Rosarito.
Jorge Maronna: Es lo que yo siempre digo, Clarita, hay que seguir viviendo.
Carlos Núñez Cortés: Es como usted dice, hay que seguir viviendo.
Jorge Maronna: Es como usted dice que yo digo, Clarita, hay que seguir viviendo.
Viva la vida, viva el amor
Y la pasión juvenil.
Fuente: Los Luthiers de la Web
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